Lo repetido –esto es: lo re-asumido, re-tomado,
reduplicado o bien reflexionado interiormente es una realidad tan vieja como
nueva; algo que ya existía, pero empieza a ser de nuevo por la recreación del
espíritu libre. En este sentido, la vida es una repetición cuyo comienzo
absoluto exige estar de vuelta, mediante la reflexión total de la subjetividad
posible en la afirmación actual y necesaria de sí misma, por la cual queda
transformado el universo entero.
Søren Kierkegaard, La
Repetición.
La cuestión del Destino siempre ha
generado en el ser humano un tema de sorpresa e interés debido a que éste
siempre se presenta como siendo algo del orden del azar, y dejando (en la
mayoría de los casos) la responsabilidad o rectificación subjetiva de lado para
hacer hincapié en la llamada “mala suerte” o devenir “demoníaco” según la
situación de la que se trate.
Por dicho motivo, pienso en el tema
del Destino como siendo algo que posee un sentido (siempre fantasmático) que no
escapa a la estructura propia del sujeto. He decidido tomar el texto de Freud
‘Mas allá del principio del placer’, mas precisamente el apartado número tres
de dicho texto, para realizar una aproximación a este tema tan interesante como
complejo.
En el apartado tres del texto
freudiano ‘Mas allá del principio del placer’, dicho autor nos introduce en una
realidad que se ubicaría mas allá o mas acá (depende de cómo se lo piense) de
lo que él entiende hasta ese momento como una estructura gobernada por el
llamado principio del placer.
Para introducirnos en el tema de la
repetición, Freud nos dice que “el enfermo puede no recordar todo lo que hay en
él de reprimido y se ve forzado a repetir en vez de recordarlo”. Y mas adelante
nos dice que esta escena que el sujeto produce se juega en el terreno de la
transferencia con el analista.
Luego, Freud hace referencia al tema
de las resistencias que se llevan a cabo cuando el sujeto repite y son éstas
resistencias las que el analista debe sortear para poder dar lugar a los
contenidos inconscientes. Estas resistencias parten del Yo (su porción
inconsciente) y se oponen a una parte del Yo, que Freud nomina como ‘Yo
coherente’ (uno podría pensar que el Yo coherente es todo el armado
escénico-fantasmático que el sujeto hace para dar un sentido a los elementos
inconscientes que se insertan en la repetición).
Luego, Freud nos introduce de lleno en
el gran tema que le compete. Dice que “lo que la compulsión a la repetición
hace revivenciar no puede menos que provocar displacer en el Yo. Empero, esta
clase de displacer no contradice al principio del placer, es displacer para un
sistema y, al mismo tiempo, satisfacción para el otro.
Sucede, entonces, que se presenta
(fenomenológicamente) un destino que persigue al sujeto, un “sesgo demoníaco en
su vivenciar”. Y, desde el comienzo, el psicoanálisis juzgó que ese destino
fatal era autoinducido y estaba determinado por los influjos de la temprana infancia.
Freud bautiza a toda esta complejidad
como ‘Neurosis de destino’ en la que nos menciona que existen individuos en
quienes toda relación lleva a idéntico desenlace; hombres en quienes toda
amistad termina con la traición del amigo; amantes cuya relación tierna con la
mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en un idéntico final.
Freud nos habla de un “eterno retorno
de lo igual” y que la compulsión de repetición se nos aparece como mas
originaria, mas elemental, mas pulsional (de muerte) que el principio de placer
que ella destrona.
Con
Lacan…
Ahora bien, es interesante tomar el
discurso que Lacan nos propone para poder dar una vuelta mas a este tema que
nos compete y, sobre todo, para dar cuenta de ciertas diferencias entre la
posición freudiana y la de él.
Para esto voy a remitirme a la clase V
del 12 de Febrero de 1964 de su Seminario sobre los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Clase que versa sobre el tema de la Tyche y el Automaton.
Lacan comienza diciéndonos que el análisis
debe apuntar al hueso de lo real pero se pregunta dónde lo encuentra. Entonces,
hay que pensar que lo real puede ser encontrado en ese retorno del que nos
hablaba Freud, en esa “cita siempre reiterada con un real que se escabulle”.
Con el término aristotélico de Tyche;
Lacan nos habla del encuentro con lo real pero que se ubica mas allá del
automatón. Esto quiere decir que no se trata, solamente, de un eterno retorno
de los signos ni tampoco de una reproducción de una conducta.
De lo que se trata es de un real que
se nos presenta como siendo algo del orden del azar (es esto con lo que el
analista no debe engañarse), aparece como siendo del orden de un destino del
cual el sujeto se ve encerrado y que le procura un sufrimiento que lo lleva a
ser gozado en dicho encuentro.
El sesgo por el cuál el analista puede
intervenir es el del fallido; ya que éste encuentro del que hablamos es siempre
fallido en el sentido que hay siempre algo del orden de la ruptura, de la
hiancia que produce una novedad.
En este sentido, Lacan se separa un
tanto de Freud para plantear que la repetición no es idéntica y que en la
transferencia aparece el agujero (siempre distinto) por el cuál lo simbólico
hace vacío y “algo” se deja captar.
Es preciso que entendamos que el
fantasma es la pantalla necesaria que disimula algo absolutamente primario y es
determinante en la función de la repetición.
Roberto Harari retoma este tema en su
libro ‘La repetición del fracaso’ para hacer mención de cómo la repetición se
sitúa en el centro del nudo y es atravesada en los tres registros. Nos dice que
la repetición es imaginaria en términos que ofrece “consistencia” y
“sustancia”; es simbólica porque ofrenda “agujero” y es real porque se presenta
como siendo del orden del azar y porta un goce fálico que introduce la ausencia
del Otro.
Es importante retomar lo que
Kierkegaard menciona en su libro ya que no se trata de una repetición de la
necesidad sino que siempre exige algo nuevo, es una realidad que ya existía y
que siempre lo repetido es re-asumido y re-tomado. La salvedad está en que, si
bien la vida es una repetición (de un goce), hay algo que siempre cambia y que
implica que el universo del ser sea siempre transformado.