viernes, 12 de septiembre de 2014

Destino con sentido

Lo repetido –esto es: lo re-asumido, re-tomado, reduplicado o bien reflexionado interiormente es una realidad tan vieja como nueva; algo que ya existía, pero empieza a ser de nuevo por la recreación del espíritu libre. En este sentido, la vida es una repetición cuyo comienzo absoluto exige estar de vuelta, mediante la reflexión total de la subjetividad posible en la afirmación actual y necesaria de sí misma, por la cual queda transformado el universo entero.

                                                                                     Søren Kierkegaard, La Repetición. 


La cuestión del Destino siempre ha generado en el ser humano un tema de sorpresa e interés debido a que éste siempre se presenta como siendo algo del orden del azar, y dejando (en la mayoría de los casos) la responsabilidad o rectificación subjetiva de lado para hacer hincapié en la llamada “mala suerte” o devenir “demoníaco” según la situación de la que se trate.
Por dicho motivo, pienso en el tema del Destino como siendo algo que posee un sentido (siempre fantasmático) que no escapa a la estructura propia del sujeto. He decidido tomar el texto de Freud ‘Mas allá del principio del placer’, mas precisamente el apartado número tres de dicho texto, para realizar una aproximación a este tema tan interesante como complejo.
En el apartado tres del texto freudiano ‘Mas allá del principio del placer’, dicho autor nos introduce en una realidad que se ubicaría mas allá o mas acá (depende de cómo se lo piense) de lo que él entiende hasta ese momento como una estructura gobernada por el llamado principio del placer.
Para introducirnos en el tema de la repetición, Freud nos dice que “el enfermo puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido y se ve forzado a repetir en vez de recordarlo”. Y mas adelante nos dice que esta escena que el sujeto produce se juega en el terreno de la transferencia con el analista.
Luego, Freud hace referencia al tema de las resistencias que se llevan a cabo cuando el sujeto repite y son éstas resistencias las que el analista debe sortear para poder dar lugar a los contenidos inconscientes. Estas resistencias parten del Yo (su porción inconsciente) y se oponen a una parte del Yo, que Freud nomina como ‘Yo coherente’ (uno podría pensar que el Yo coherente es todo el armado escénico-fantasmático que el sujeto hace para dar un sentido a los elementos inconscientes que se insertan en la repetición).
Luego, Freud nos introduce de lleno en el gran tema que le compete. Dice que “lo que la compulsión a la repetición hace revivenciar no puede menos que provocar displacer en el Yo. Empero, esta clase de displacer no contradice al principio del placer, es displacer para un sistema y, al mismo tiempo, satisfacción para el otro.
Sucede, entonces, que se presenta (fenomenológicamente) un destino que persigue al sujeto, un “sesgo demoníaco en su vivenciar”. Y, desde el comienzo, el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoinducido y estaba determinado por los influjos de la temprana infancia.
Freud bautiza a toda esta complejidad como ‘Neurosis de destino’ en la que nos menciona que existen individuos en quienes toda relación lleva a idéntico desenlace; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en un idéntico final.
Freud nos habla de un “eterno retorno de lo igual” y que la compulsión de repetición se nos aparece como mas originaria, mas elemental, mas pulsional (de muerte) que el principio de placer que ella destrona.

Con Lacan…

Ahora bien, es interesante tomar el discurso que Lacan nos propone para poder dar una vuelta mas a este tema que nos compete y, sobre todo, para dar cuenta de ciertas diferencias entre la posición freudiana y la de él.
Para esto voy a remitirme a la clase V del 12 de Febrero de 1964 de su Seminario sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Clase que versa sobre el tema de la Tyche y el Automaton.
Lacan comienza diciéndonos que el análisis debe apuntar al hueso de lo real pero se pregunta dónde lo encuentra. Entonces, hay que pensar que lo real puede ser encontrado en ese retorno del que nos hablaba Freud, en esa “cita siempre reiterada con un real que se escabulle”.
Con el término aristotélico de Tyche; Lacan nos habla del encuentro con lo real pero que se ubica mas allá del automatón. Esto quiere decir que no se trata, solamente, de un eterno retorno de los signos ni tampoco de una reproducción de una conducta.
De lo que se trata es de un real que se nos presenta como siendo algo del orden del azar (es esto con lo que el analista no debe engañarse), aparece como siendo del orden de un destino del cual el sujeto se ve encerrado y que le procura un sufrimiento que lo lleva a ser gozado en dicho encuentro.
El sesgo por el cuál el analista puede intervenir es el del fallido; ya que éste encuentro del que hablamos es siempre fallido en el sentido que hay siempre algo del orden de la ruptura, de la hiancia que produce una novedad.
En este sentido, Lacan se separa un tanto de Freud para plantear que la repetición no es idéntica y que en la transferencia aparece el agujero (siempre distinto) por el cuál lo simbólico hace vacío y “algo” se deja captar.
Es preciso que entendamos que el fantasma es la pantalla necesaria que disimula algo absolutamente primario y es determinante en la función de la repetición.
Roberto Harari retoma este tema en su libro ‘La repetición del fracaso’ para hacer mención de cómo la repetición se sitúa en el centro del nudo y es atravesada en los tres registros. Nos dice que la repetición es imaginaria en términos que ofrece “consistencia” y “sustancia”; es simbólica porque ofrenda “agujero” y es real porque se presenta como siendo del orden del azar y porta un goce fálico que introduce la ausencia del Otro.

Es importante retomar lo que Kierkegaard menciona en su libro ya que no se trata de una repetición de la necesidad sino que siempre exige algo nuevo, es una realidad que ya existía y que siempre lo repetido es re-asumido y re-tomado. La salvedad está en que, si bien la vida es una repetición (de un goce), hay algo que siempre cambia y que implica que el universo del ser sea siempre transformado.