miércoles, 3 de julio de 2019

Si un árbol cae ¿hace ruido?


Hace algunos días pude oír una frase que en la vida cotidiana suele repetirse al estilo de un juego que encierra cierta paradoja; lo que puede provocar lo que a veces llamamos “ilusiones” que nos entretienen bastante y hasta puede sonar desafiante. Un ejemplo de ello sería preguntarse si primero vino el huevo o la gallina.
La frase dice así: “Si un árbol cae en el medio del bosque pero no hay nadie que pueda escucharlo ¿hace ruido?”.
Esta frase tan conocida por la mayoría de la gente  llevó a preguntarme por qué el árbol no haría ruido si hablamos de materia y vibraciones en el aire. Hasta ese momento la pregunta que me inquietó un poco había quedado en stand by (como se suele decir). Sin embargo, leí una hipótesis que sostiene la física cuántica que invita a pensar la propia realidad de las cosas; ésta hipótesis reza que “el observador crea la realidad”. Es decir, que en función de la posición del observador las cosas pueden ser diferentes dependiendo del caso, incluso estar ante la posibilidad de que no existan.
Es un tipo de idea que viene a romper con la física más clásica, es decir la de la causa y efecto. Se sostiene que todo evento tiene una causa y que el desencadenamiento de los mismos tiene una suerte de determinismo. Un ejemplo de ello sería que si a una persona le sucede algo en el tiempo presente, podría ser por causas del pasado que han ido desencadenando. Digamos que sería una física mas al estilo Newton, con cuerpos separados que transfieren  energías.
Ahora bien, en función de todo ello pude pensar qué tenía que ver todo esto con el psicoanálisis y la posición del analista.
Me resulta interesante el cambio de paradigma propuesto por Lacan cuando sostiene ésta idea de que “el analista” tiene que ver con un discurso; y ello me llevó a pensar que si pudiésemos cambiar algunas palabras de la frase del árbol nos daría pié para arribar a una clínica un tanto diferente a la propuesta por la psicología. Si, por ejemplo, en lugar de hablar de “observador” pudiésemos hablar de un lector caeríamos en la cuenta que la realidad la crea o modifica el que lee el discurso del paciente que trae a la consulta su angustia y padeceres.
Si seguimos sosteniendo, al estilo freudiano, que el inconsciente se des-cubre estaríamos “pisando el palito” y cayendo en la trampa. En ese punto nos engañamos en la relación causa-efecto; es decir, que creeríamos en la idea del trauma. Hubo un evento (un hecho) que produjo una herida y al des-taparlo, el síntoma cede. Bien freudiano, es una posibilidad.
En cambio si tomamos la propuesta de Lacan podemos decir que las heridas se crean en el análisis. La palabra tiene función creadora dijo el maestro francés en algún momento. Entonces, cuando a un paciente no “se le ocurre nada” solemos pedirle que invente. Que pueda crear la realidad ahí.
Para concluir éste breve comentario sobre el tema, podemos pensar que al ser sujetos del lenguaje y atravesados por lo que llamamos el significante; decimos que el sujeto al inventar ésa realidad le da entidad solamente en función de su lector, es decir, el analista. Por eso todos los analistas leen/escuchan diferentes realidad de (si se quiere) un mismo sujeto.
Entonces, si partimos de la base de que nuestra realidad es discursiva ¿existen las llamadas patologías o estructuras por fuera de todo esto?
Al ser nuestra realidad discursiva caí en la cuenta de que el árbol efectivamente hace ruido, porque logra producir vibraciones en el aire. Lo que no puede producir nunca es “ruido de un árbol cayéndose”.


MS.

lunes, 24 de junio de 2019

introducción a la angustia


“Me estoy atando los zapatos, contento, silbando, y de pronto la infelicidad. Pero esta vez te pesqué, angustia, te sentí previa a cualquier organización mental, al primer juicio de negación…”
‘Rayuela’, Julio Cortázar.

Cuando encontré éstas líneas en el texto del maestro argentino pensé inmediatamente en el aforismo lacaniano sobre la angustia que tanto nos gusta repetir a los analistas, “la angustia no es sin objeto”. Más allá de la genialidad poética, nos permite ir introduciéndonos en el campo al que queremos abordar con el texto de Lacan.
Ciertamente hay que hacer algunas puntualizaciones que abren la posibilidad de pensar al concepto de la angustia como una de las claves de toda clínica analítica; es decir, de toda posición que implica una escucha causante de dicho significante.
Que la angustia no sea sin objeto quiere decir que el sujeto de nuestra lectura (podemos ir usando ésta palabra en cambio de escucha, si se quiere) está atravesado, desde el vamos, por la estructura del significante.
Estructura del significante que plantea la idea de que hay una causa de dicho sujeto y de dicha lectura.  En éstas clases del seminario que Lacan dictó sobre el concepto de la angustia, plantea que el campo del Otro, ese lugar de existencia lógica que solo podemos aprehenderlo vía el lenguaje y siempre como fallido, se encuentra allí desde el origen.
La idea radical de Lacan en dichas clases es que la angustia posee un objeto que se presenta como siendo causa. Marcando una tajante diferencia con la idea de angustia como fenómeno que aparece ante nuestros sentidos y que se dirige intencionalmente hacia un objeto tangible de la realidad. Ya no se trata de eso.
Se trata de que pensemos la angustia, término motor de nuestra práctica, como lo que se inventa en el dispositivo y vía transferencia con la posición del analista. Claro está que en esta instancia ya no hablamos de personas, individuos, emociones o parámetros de salud mental sino de discursos que se crean y circulan en la praxis que nos compete.
Lacan nos invita a pensar que si el observador (el que lee/escucha) es el creador de la realidad estamos ante la idea de que la angustia se crea vía la apuesta que cada analista haga (fantasma mediante) de la cadena discursiva presente, ya que no hay otra alternativa de que ello venga del futuro.

A continuación dejo la clase y debate al respecto..


Matías Spera