Cuando Lacan toma el concepto de "Inconsciente" y decide incluirlo dentro de su enseñanza y en el marco del Seminario que dio sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis no lo hace inocentemente; sabemos que nunca da puntada sin hilo.
Si bien es un término que se encuentra anudado con el de la repetición, la transferencia y la pulsión; lo hace, desde el comienzo, para diferenciarse del inconsciente tal como lo toma la psicología desde la obra de Freud.
Para pensar dicho concepto, hay que decir que el invento freudiano se pone en primer plano cuando se trata de debatir el cómo se lo entiende desde la praxis analítica; es decir, desde la escucha clínica.
Esto nos lleva, de inmediato, a plantarnos en la vereda opuesta a lo que la psicología entiende por "inconsciente" y es necesario plantear que no se trata de un sistema o lugar físico que se pueda detectar en el sujeto (no aparece en ninguna tomografía computada), como tampoco se trata de pensar que lo inconsciente tiene que ver con aquello que se encuentra en las "profundidades" del sujeto; algo así como la idea de que el analista viene a ser una especie de investigador que se ocupa de desentramar las zonas que se encuentran en la oscuridad del ser de dicho sujeto.
Como sabemos, con la enseñanza de Lacan, nada mas lejos de lo que quiso transmitir Freud desde su clínica. Hay que decir que "El" inconsciente ya deja de ser un lugar tópico del aparato psíquico y pasa a ser (desde la segunda tópica freudiana) una cualidad de un elemento.
Con Lacan podemos decir que ese elemento que mencionamos es aquello que tiene que ver con el significante. Entonces, diremos que ya no hablamos del inconsciente sino de "Lo" inconsciente, y eso inconsciente tiene que ver con aquello que, para el sujeto, le viene del futuro.
La frase futurista de Lacan genera mucha controversia porque termina con el mito que dice que lo inconsciente es aquello que se ubica por debajo de la consciencia y, desde allí, ejerce una fuerza de la cual el sujeto no está advertido ni se responsabiliza sobre tales dichos.
Lo inconsciente es un discurso (estructurado como tal), uno que viene del Otro (A) y que lo toma al sujeto, casi, por sorpresa. Pensamos, desde el mencionado Seminario 11, que se encuentra allí donde la cadena significante falla; hay una hiancia y un encuentro. Solo que dicho encuentro, como siempre, es fallido.
La famosa carta 52 que le envía Freud a su amigo Fliess ya lo anunciaba: lo inconsciente es lo psíquico real del sujeto y dichos elementos (que en esa carta tenían que ver con la memoria) se le presentan como aquello que discurre en el hablaje cotidiano.
Con la figura del Analista, la cuestión cambia, ya que ante la intervención de su presencia causa en el sujeto la posibilidad de generar un nuevo sentido a la cadena, un sentido agregado que se genera en un segundo tiempo.
Lo inconsciente no tiene que ver con el pasado del sujeto, como suele pensarse, sino con el futuro de aquello que ya ha sido dicho pero que implica un segundo elemento para poder encausar un goce fálico que en el sujeto impera.