Cuando
pensamos en las cuestiones relativas al concepto de “diagnóstico” siempre se
nos presenta en la clínica analítica como un problema a sortear; y digo
“clínica analítica” para comenzar marcando una hiancia, un corte con lo que a
la medicina nos convoca en algunos casos.
Digo,
por otro lado, que se presenta como un problema porque el sujeto que se va
posicionando en un discurso tiende a presentarse ante el otro de alguna forma.
En términos lacanianos podemos decir que, vía fantasma, el analizante se
presenta ante el Otro (en este caso el analista) como portando una mascarada,
un semblante que lo causa pero que también lo acusa, en el sentido que lo
aqueja.
Para
ser claro desde el inicio, es importante mencionar que tanto los conceptos de
enfermedad-diagnóstico-cura se han extrapolado de un ámbito medico a la
psicología, a lo largo del tiempo.
Si
nos detenemos unos instantes a pensar por aquella “necesidad” de realizar ese
pasaje, quizá podamos decir que la psicología a realizado un viraje para poder
incluir en sus manuales diagnósticos a toda una larga serie de trastornos (que
llama “mentales”) y así poder tratarlos. Para decirlo de otro modo; el método
es realizar un trabajo diagnóstico (lo que el paciente “tiene”) y así poder
abordarlo para arribar a una “cura”.
Ahora
bien, podemos decir que, visto desde otra perspectiva, toda esa batería de test
que se administran para arribar a un significante que lo defina al sujeto, le
sirve más al psicólogo que al paciente. Es decir, para que el terapeuta se
defienda. ¿Defensa contra qué? Siguiendo a Freud podemos decir que la defensa
siempre es contra la angustia, contra ese vacío que se genera frente a la
pregunta por el Qué soy o, en este caso, ¿Qué es ese?
Ya
podríamos comenzar a plantear la cuestión que atañe al psicoanálisis, ya que
nos compete un método que nada tiene que ver con lo que hemos mencionado hasta
aquí; se produce un corte tajante en las cuestiones ligadas al diagnóstico ya
que podríamos pensar que éste no existe.
Aquí
voy a hacer una salvedad, cuando un sujeto se presenta en su análisis, habla,
dice cosas, piensa, siente, hay algo que vacila en su fantasma y que por eso
acude (aun que a veces no lo sepa) a un analista.
Digo
esto porque, siguiendo la enseñanza de Lacan, todos los sujetos se encuentran
en una posición que circula entre la separación y la alienación; pero la
diferencia está, en que ésta separación-alienación se hace siempre a un
significante; es decir que ya podemos pensar que, como decíamos al inicio, la
clínica se presenta como un problema porque el sujeto viene con “problemas de
lenguaje”, es decir, eso que hasta ese momento lo define, comienza a hacer
ruido, síntoma podríamos decir también.
Aquel
“Eso” del que dicho sujeto se sirve y genera una posición de goce (siempre
mortífero) es también aquello que lo trae a un análisis, siempre vía angustia.
Algo del orden se su deseo comienza a empujar de una forma que hasta ese
entonces no sugería tanto inconveniente.
Los
inconvenientes que se tienen, son inconvenientes del lenguaje, de un lenguaje
que el sujeto no tiene, justamente, porque es el Lenguaje quien tiene a ese
sujeto, sujetado, alienado, inserto en una cadena de significantes que producen
un discurso y que deja discurrir, justamente, una posición de goce frente al
Otro.
Entonces,
el sujeto no tiene un trastorno x (asma por ejemplo), sino que el Asma lo tiene
a él, y “asma” es un significante que lo causa, donde habrá que ver qué quiere
decir eso para ese sujeto en ese dispositivo y con la figura del analista.
Vemos como la cuestión de diagnosticar nos lleva a una imposibilidad lógica que
no podemos sortear tan fácilmente.
De
alguna forma, es un método que le conviene mucho al terapeuta para “saber” por dónde
ir, donde justamente es todo lo contrario; decimos que ese saber siempre está
en falta y que la posición del analista debe fijarse en la de la ignorancia.
Ese
saber, que la psicología cree que tiene, no existe, hay un vacío de sentido con
el que el analista deberá trabajar, o para decirlo de otra forma, con el que el
paciente deberá lidiar y angustiarse, transferencia mediante, para poder
arribar a una pregunta que lo cause.