"El
análisis es una función imposible -no sé si usted está al corriente- éste se
ocupa muy especialmente de lo que no anda bien. Por eso, se ocupa de esa cosa
que conviene llamar por su nombre: Lo Real."
J.
Lacan - “El triunfo de la religión”
Hablar de la cuestión
religiosa siempre genera una suerte de incertidumbre difícil de transitar.
Sobre todo si tenemos en cuenta aquello que, desde el psicoanálisis, intentamos
articular dado los conceptos que Lacan nos ha aportado.
Me propongo, entonces, pensar
a la religión desde la etimología de la palabra tal como se la entiende desde
el latín. ‘Religión’ se expresa como ‘Religare’, que quiere decir re-ligar;
establecer una relación, siempre causal, entre el sujeto y Dios.
Ahora bien, podemos
preguntarnos qué quiere decir Dios, o bien, qué quiere decir un sujeto, pero
estaríamos entrando en callejones que pueden dejarnos sin salida y desviándonos
del propósito de la presente reflexión acerca de este tema.
Por este motivo, lo que
vamos a decir como para comenzar a plantear el tema es que la relación que
existe entre el sujeto y Dios es una relación basada en la verdad y en el
sentido que, sobre la existencia, viene a aportar la religión.
En su entrevista acerca
de por qué la religión triunfa y perdura en el tiempo, Lacan dice que “hay una
cosa que hace que el mundo sea inmundo”. Hay una cosa sobre la cual el sujeto
no posee un control sino que es una dimensión sobre la cual el sujeto es
“victima”, una dimensión sobre la cual el sujeto padece y se establece en un
vacío en el cual queda inserto.
Con esta dimensión nos
referimos al registro de lo Real; un eje en el cual el sujeto se posiciona de
una determinada manera en su estructura. Una dimensión que implica un goce
mortífero pero que, sin embargo, al estar atravesado por la palabra se logra
realizar una articulación que le permite decir algo al respecto y posicionarlo
en una escena (fantasmática) que puede ser presentada ante el Otro (Dios).
Los psicoanalistas nos
diferenciamos tajantemente de la cuestión religiosa ya que, como lo expresa
Lacan en el escrito que mencionamos, nuestra práctica no se asemeja en nada a
la práctica confesora del sacerdote.
La respuesta ante ésta
afirmación implica que en la confesión el sujeto (sufriente) dice todo lo que
sabe al sacerdote, comenta cuáles han sido sus pecados y los problemas que le
conlleva su vida cotidiana.
La posición del
analista se encuentra en un lugar totalmente opuesto a este ya que, en la
situación analítica, el sujeto dice más de lo que sabe cuando enuncia. El
analista está en una posición que implica un corrimiento de lugar en función de
una verdad que no es la suya.
El analista trabaja en
su práctica con la verdad y el saber del paciente y no es representante de una
moral superior que lo determina en su ser, al mejor estilo panóptico.
Sin embargo, más allá
de estas diferencias que hacen a la práctica diaria, Lacan viene a decir que la
religión es aquello que logra perdurar en el tiempo y que posee un poder que se
incrementa a medida que pasan las épocas.
El motivo de esta
posición es el manejo que hace la religión sobre la verdad y el sentido. Dice
Lacan: “Son capaces de dar sentido a cualquier cosa: un sentido a la vida
humana, por ejemplo. Se formaron para eso; todo lo que es religión consiste en
dar un sentido a las cosas que antes eran las cosas naturales”.
Lacan intenta decirnos
que el motivo por el cual la religión viene a inventarse es justamente para
eso; para que no puedan darse cuenta de aquello que no anda. De aquel Real que
nos carcome y nos pone en jaque con respecto al sentido habitual que le damos a
las cosas.
Es el lenguaje, en
definitiva, el cuerpo que da cuerpo (de sentido) a ese Real. “Al principio era
el verbo”; con el verbo Dios creó el mundo y dio un sentido, un orden, una
verdad a todo aquello que estaba en estado de des-orden.
Con respecto a estas
reflexiones que aparecen en la biblia, Lacan dice que cuando el verbo se
encarna, las cosa comienzan a andar mal. Ya no se es absolutamente feliz y todo
se encuentra devastado por el verbo.
Entonces, y para
“concluir”, se puede pensar que la religión aparece para dar un sentido y
generar un tapón al vacío que genera la propia existencia del hombre. Una
verdad que viene a ser impuesta y, ante la cual, el sujeto se pone en una
posición de esclavo.
Una posición de
esclavo que le permite a un amo estar ahí, gozándolo y dándole un sostén, una palabra, un sentido y una forma (siempre imaginaria) a su
nadería.