miércoles, 25 de enero de 2017

Toda tu historia

Toda tu historia. Toda la historia. Qué es historia. Podemos decir que, según Lacan, no hablamos del pasado de un sujeto; sino de ese mismo pasado pero historizado y puesto en lo más trivial que puede tener un discurso.
Esto mismo es lo que le pasa a los personajes de esta trama, y se incluye la palabra “toda” en el titulo porque justamente juega con la posibilidad del Todo.
Pero, ¿Que es todo? Aquello que no tiene fisura, aquello que no comete errores ni se equivoca, aquello que no tropieza y aquello que no permite el mal-entendido entre dos sujetos que se relacionan. Sin embargo, esa fisura de la que hablamos tiende a empujarnos y trata, constantemente, en hacer que algo del orden del deseo se entrometa en esa perfección que se cree tener, en ese ideal al que se trata de llegar.
Es el caso de este drama, si puede llamarse así, que nos convoca. Es una historia inventada, creada en el marco de un programa de televisión llamado “Black mirror” y cuenta la historia de una pareja que vive una vida plena y sin grandes problemas hasta que uno de los sujetos (el hombre) comienza a sospechar que su mujer le está siendo infiel con un amigo  de otro tiempo pasado.
Hasta acá, una historia sin demasiado sobresalto para el espectador. Pero el detalle interesante es que viven en una realidad “futura” donde se ha desarrollado un dispositivo electrónico que está implantado en el cerebro de todos los habitantes y que permite revisar la memoria y volver a recrear absolutamente todo lo que un sujeto vio, oyó y experimentó desde el día en que nació.
Esto le permite a todos los sujetos poder recurrir a esta herramienta cuando, por esas cosas de la vida, la memoria ya no retiene algún dato, algún nombre propio, alguna fecha o alguna situación en la que quiso decir algo y termino diciendo otra cosa.
Es decir, este dispositivo evitaría un fallido, un olvido y un mal-entendido.
El guión plantea una realidad imposible y esto queda claro al final de nuestra historia, cuando uno de los protagonistas descubre que realmente su mujer le había sido infiel y ya no soporta que todos esos datos y recuerdos estén, constantemente, presentes. Por lo que decide arrancar con su fuerza este dispositivo de su cabeza.
Ahora bien, podríamos preguntarnos: ¿Nuestro sujeto llega a tales extremos por no soportar la angustia que se había desencadenado? Podemos aseverar que sí, pero lo interesante es que la angustia es, no solamente, por el hecho de haber terminado su relación amorosa sino por el hecho de que es una realidad donde ya no se permite que los fallidos ocurran, no hay olvidos.
La condición del ser-hablante implica justamente esto, poder fracasar en lo que uno dice y en lo que dicho sujeto piensa que hizo o dijo en una determinada situación. Acá no hay lugar y la angustia lo avasalla.
También podemos pensar que el dispositivo termina fracasando ya que el sujeto no soporta la angustia que aparece. Angustia que, como sabemos, solo es posible si hay algún vacío; algún agujero que se genere por las huellas que deja la propia represión.
Concluye solo, angustiado y realizando un pasaje al acto que demuestra cómo es tomado o colmado por el goce: se clava un cuchillo y se arranca lo que lo está matando.



MS.

domingo, 22 de enero de 2017

Mejor o Peor...

Todo de antes. Nada jamás jamás. Jamás probar.
 Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez.
Fracasa mejor.

Samuel Beckett, Rumbo a peor (1983)



Si se piensa en un juego de lenguaje o lenguajero, como se suele escuchar, es importante tener en cuenta algunas cuestiones ligadas al recorrido que Lacan ha ido tejiendo en la última parte de su obra. Es interesante como se retoman viejos elementos ya citados por dicho autor para dar una vuelta más sobre el mismo eje.
Aquel eje que guiaba la enseñanza de Lacan en sus primeros seminarios. Siempre se trato del lenguaje, su estructura, sus fallas, sus imprevistos y la posibilidad de pensar al goce ya relacionado con dicha estructura.
Es ese agujero el que en definitiva molesta, genera malestar y hasta poder pensar un síntoma como esa “palabra amordazada” que puja para concretar algo. Algo que, sabemos, consideramos como lo no-existente.
La elección del titulo de este escrito tiene que ver con una serie de ideas que han ido cobrando relevancia en mi pensamiento. Por un lado es una referencia al seminario XlX: …o Peor, dictado por Lacan en 1971-1072; donde hace un largo recorrido en función de la existencia de la no-relación-sexual. Esto quiere decir que tenemos a un sujeto sujetado a una falla, un agujero que implica siempre un borde por donde transita su deseo.
Como dirá Lacan al comienzo del Seminario, podemos pensar que si decimos “…o peor” es porque también está la posibilidad de algo mejor. Es, como abordará mas adelante, una posibilidad y una critica a la lógica aristotélica que plantea ese pensamiento binario (todo lo que no es negro, es no-negro).
Si lo pensamos más acá en lo que nos compete, podemos pensar que existe un saber y un no-saber. Pero la pregunta que se desprende es: ¿de que saber hablamos?
¿Podríamos decir que el saber que pone en marcha toda la dinámica analítica es aquel del que no podemos decir nada?
Es interesante pensar que es ese no-decir o no-saber aquel que por un lado se engarza a un síntoma pero al mismo tiempo es el que habilita su des-articulación.
Volvemos a la imposibilidad de la posibilidad de la relación sexual, de la inexistencia de esa complementariedad entre dos sujetos, de un goce que circula en el fantasma pero que no se conecta, por lo menos no de forma directa, con el goce del partenaire.
Circulan en función de una falta, de un fracaso (como decía Beckett) pero de un fracaso que se sirve de esa repetición para seguir empujando; la posibilidad está en “hacerlo mejor”.