domingo, 22 de enero de 2017

Mejor o Peor...

Todo de antes. Nada jamás jamás. Jamás probar.
 Jamás fracasar. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez.
Fracasa mejor.

Samuel Beckett, Rumbo a peor (1983)



Si se piensa en un juego de lenguaje o lenguajero, como se suele escuchar, es importante tener en cuenta algunas cuestiones ligadas al recorrido que Lacan ha ido tejiendo en la última parte de su obra. Es interesante como se retoman viejos elementos ya citados por dicho autor para dar una vuelta más sobre el mismo eje.
Aquel eje que guiaba la enseñanza de Lacan en sus primeros seminarios. Siempre se trato del lenguaje, su estructura, sus fallas, sus imprevistos y la posibilidad de pensar al goce ya relacionado con dicha estructura.
Es ese agujero el que en definitiva molesta, genera malestar y hasta poder pensar un síntoma como esa “palabra amordazada” que puja para concretar algo. Algo que, sabemos, consideramos como lo no-existente.
La elección del titulo de este escrito tiene que ver con una serie de ideas que han ido cobrando relevancia en mi pensamiento. Por un lado es una referencia al seminario XlX: …o Peor, dictado por Lacan en 1971-1072; donde hace un largo recorrido en función de la existencia de la no-relación-sexual. Esto quiere decir que tenemos a un sujeto sujetado a una falla, un agujero que implica siempre un borde por donde transita su deseo.
Como dirá Lacan al comienzo del Seminario, podemos pensar que si decimos “…o peor” es porque también está la posibilidad de algo mejor. Es, como abordará mas adelante, una posibilidad y una critica a la lógica aristotélica que plantea ese pensamiento binario (todo lo que no es negro, es no-negro).
Si lo pensamos más acá en lo que nos compete, podemos pensar que existe un saber y un no-saber. Pero la pregunta que se desprende es: ¿de que saber hablamos?
¿Podríamos decir que el saber que pone en marcha toda la dinámica analítica es aquel del que no podemos decir nada?
Es interesante pensar que es ese no-decir o no-saber aquel que por un lado se engarza a un síntoma pero al mismo tiempo es el que habilita su des-articulación.
Volvemos a la imposibilidad de la posibilidad de la relación sexual, de la inexistencia de esa complementariedad entre dos sujetos, de un goce que circula en el fantasma pero que no se conecta, por lo menos no de forma directa, con el goce del partenaire.
Circulan en función de una falta, de un fracaso (como decía Beckett) pero de un fracaso que se sirve de esa repetición para seguir empujando; la posibilidad está en “hacerlo mejor”. 

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