martes, 26 de diciembre de 2017

Freud e hipnosis

Hace unos pocos días alguien me pidió/consultó que hiciese un comentario sobre el método de la hipnosis y su relación con el psicoanálisis; una cuestión que se planteó a la luz de una crítica a la película argentina “La Cordillera”, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín, entre otros.
En función de dicha consulta comencé a pensar sobre cómo la cuestión de la hipnosis se presenta en el film y cómo se desarrolla la historia. La pregunta fue capciosa en el sentido en que englobaba también al método psicoanalítico freudiano.
Vayamos entonces, al punto en cuestión. Podemos decir, para comenzar éste análisis, que le método hipnótico se encuentra en la base de lo que comenzó siendo la invención y el posterior desarrollo del psicoanálisis creado por Freud; es decir que, durante mucho tiempo, se podría pensar en una posición un tanto optimista por parte del padre del psicoanálisis y de sus colegas que trataban a las histéricas que se presentaban con cuadros muy floridos en cuanto a su sintomatología y una puesta en escena (patrimonio de la histeria) que el sujeto sufriente padecía.
Digo optimista ya que el método hipnótico se pensaba y se aplicaba teniendo en cuenta la existencia del trauma y el sujeto que se trataba era entendido como instalado en una temporalidad lineal y un espacio definido.
Quiero decir: Si creemos, como en aquellas épocas, en la existencia del trauma, de lo que se trataba era de evocar el suceso o hecho traumático que había dejado una marca en el sujeto y que, producto de ello, dicho sujeto armaba un síntoma (como por ejemplo una dolencia física) que lo hacía sufrir.
Presentado así, una vez obnubilada la conciencia mediante la hipnosis, dejaba el camino libre para que el sujeto “recuerde” dicho momento en un tiempo y espacio y pueda así, al hablar-lo, librarse de él. Problema resuelto.
Pienso que, y siguiendo las investigaciones freudianas, se comienza a pensar en que dicho método tiene sus falencias, y digo falencias en el sentido en que Freud se empieza a preguntar sobre qué quiere decir la Realidad.
Empiezan a escucharse discursos (histéricos) en los cuales el síntoma viene allí a cumplir una función, función que a dicho sujeto le sirve para algo, y si pensamos en una cara utilitarista del síntoma tenemos que pensar en su usufructo, es decir un goce que se comienza a en-causar.
Entonces, se pregunta acerca de esta obviedad sobre la existencia del trauma, el hecho de que las escenas traumáticas hayan ocurrido realmente comienza a ponerse en duda para él. Aquí, entonces, comienzan sus problemas.
Cuando hablamos de realidad o de hechos traumáticos no hay que olvidar su tinte sexual, es decir que por aquella época existía una teoría sobre la sexualidad humana que comenzaba a discrepar mucho con lo que Freud se arrima a teorizar, sobre todo con respecto a las teorías sexuales infantiles ya que plantear dichas ideas generó su ruptura con la comunidad médica a la que pertenecía e incluso con la mayoría de sus colegas.
Entonces, la invención del psicoanálisis se presenta ya como algo que hace corte tanto con la neurología como con el método hipnótico/catártico. No hubo un trauma en el desarrollo de la sexualidad de un determinado sujeto sino que la sexualidad en sí misma es “traumática”, en el sentido de que se encuentra fallida, agrietada y causada (diremos con Lacan) por el significante, puesta en acto por un discurso que se articula y donde el sujeto se engancha y se aliena.
El trauma no existe y la realidad es psíquica, es decir, fantasmática. Es interesante como, en el film que al principio mencioné, la hija del protagonista tiene un episodio en el cual se realiza un pasaje al acto y se arroja por la ventana del hotel. Cuando se lo llama al hipnotizador para que la cure, se encuentra inserto en un sin-sentido ya que todos los recuerdos que relata son anteriores a su nacimiento, es decir que ella nunca pudo haber estado presenta en lo que decía que vivió.
Menudo problema se presenta entonces para el nuevo camino trazado por Freud. El método de la sugestión por parte del médico se abandona y se abre paso a las preguntas sobre cómo se ha ido construyendo dicha realidad en los discursos que se escuchan; es decir, si ya no situamos en la enseñanza de Lacan, que la realidad es discursiva y la palabra tiene función creadora.

El síntoma se crea, discursivamente, en el dispositivo analítico y con la figura del analista, punto importante a tener en cuenta ya que la transferencia es el motor del análisis, sin ella no puede producirse nada del orden de la pregunta histérica. Ya no se trata de eliminar síntomas al mejor estilo Charcot sino en poder escuchar cuál es la posición de dicho sujeto en ese discurso que lo causa, que lo ama y lo odia al mismo tiempo.