Hace unos pocos días
alguien me pidió/consultó que hiciese un comentario sobre el método de la
hipnosis y su relación con el psicoanálisis; una cuestión que se planteó a la
luz de una crítica a la película argentina “La Cordillera”, dirigida por
Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín, entre otros.
En función de dicha
consulta comencé a pensar sobre cómo la cuestión de la hipnosis se presenta en
el film y cómo se desarrolla la historia. La pregunta fue capciosa en el sentido
en que englobaba también al método psicoanalítico freudiano.
Vayamos entonces, al
punto en cuestión. Podemos decir, para comenzar éste análisis, que le método
hipnótico se encuentra en la base de lo que comenzó siendo la invención y el
posterior desarrollo del psicoanálisis creado por Freud; es decir que, durante
mucho tiempo, se podría pensar en una posición un tanto optimista por parte del
padre del psicoanálisis y de sus colegas que trataban a las histéricas que se
presentaban con cuadros muy floridos en cuanto a su sintomatología y una puesta
en escena (patrimonio de la histeria) que el sujeto sufriente padecía.
Digo optimista ya que
el método hipnótico se pensaba y se aplicaba teniendo en cuenta la existencia
del trauma y el sujeto que se trataba era entendido como instalado en una
temporalidad lineal y un espacio definido.
Quiero decir: Si
creemos, como en aquellas épocas, en la existencia del trauma, de lo que se
trataba era de evocar el suceso o hecho traumático que había dejado una marca
en el sujeto y que, producto de ello, dicho sujeto armaba un síntoma (como por
ejemplo una dolencia física) que lo hacía sufrir.
Presentado así, una vez
obnubilada la conciencia mediante la hipnosis, dejaba el camino libre para que
el sujeto “recuerde” dicho momento en un tiempo y espacio y pueda así, al
hablar-lo, librarse de él. Problema resuelto.
Pienso que, y siguiendo
las investigaciones freudianas, se comienza a pensar en que dicho método tiene
sus falencias, y digo falencias en el sentido en que Freud se empieza a
preguntar sobre qué quiere decir la Realidad.
Empiezan a escucharse
discursos (histéricos) en los cuales el síntoma viene allí a cumplir una
función, función que a dicho sujeto le sirve para algo, y si pensamos en una
cara utilitarista del síntoma tenemos que pensar en su usufructo, es decir un
goce que se comienza a en-causar.
Entonces, se pregunta
acerca de esta obviedad sobre la existencia del trauma, el hecho de que las
escenas traumáticas hayan ocurrido realmente comienza a ponerse en duda para
él. Aquí, entonces, comienzan sus problemas.
Cuando hablamos de
realidad o de hechos traumáticos no hay que olvidar su tinte sexual, es decir
que por aquella época existía una teoría sobre la sexualidad humana que
comenzaba a discrepar mucho con lo que Freud se arrima a teorizar, sobre todo
con respecto a las teorías sexuales infantiles ya que plantear dichas ideas
generó su ruptura con la comunidad médica a la que pertenecía e incluso con la
mayoría de sus colegas.
Entonces, la invención
del psicoanálisis se presenta ya como algo que hace corte tanto con la
neurología como con el método hipnótico/catártico. No hubo un trauma en el
desarrollo de la sexualidad de un determinado sujeto sino que la sexualidad en sí
misma es “traumática”, en el sentido de que se encuentra fallida, agrietada y
causada (diremos con Lacan) por el significante, puesta en acto por un discurso
que se articula y donde el sujeto se engancha y se aliena.
El trauma no existe y
la realidad es psíquica, es decir, fantasmática. Es interesante como, en el
film que al principio mencioné, la hija del protagonista tiene un episodio en
el cual se realiza un pasaje al acto y se arroja por la ventana del hotel.
Cuando se lo llama al hipnotizador para que la cure, se encuentra inserto en un
sin-sentido ya que todos los recuerdos que relata son anteriores a su
nacimiento, es decir que ella nunca pudo haber estado presenta en lo que decía que
vivió.
Menudo problema se
presenta entonces para el nuevo camino trazado por Freud. El método de la
sugestión por parte del médico se abandona y se abre paso a las preguntas sobre
cómo se ha ido construyendo dicha realidad en los discursos que se escuchan; es
decir, si ya no situamos en la enseñanza de Lacan, que la realidad es
discursiva y la palabra tiene función creadora.
El síntoma se crea,
discursivamente, en el dispositivo analítico y con la figura del analista,
punto importante a tener en cuenta ya que la transferencia es el motor del
análisis, sin ella no puede producirse nada del orden de la pregunta histérica.
Ya no se trata de eliminar síntomas al mejor estilo Charcot sino en poder
escuchar cuál es la posición de dicho sujeto en ese discurso que lo causa, que
lo ama y lo odia al mismo tiempo.
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