jueves, 12 de noviembre de 2015

wie süchtig



Hablar de adicciones es siempre hablar de una cuestión bastante controversial, debido a que es un tema que hoy en día está siendo abordado desde diferentes perspectivas tanto teóricas como práctica. Sin embargo, me remito a estas breves líneas para realizar un comentario sobre mi perspectiva psicoanalítica sobre dicho tema.
En primer lugar, pienso que es incorrecto hablar de adicciones ya que dicha palabra, en mi opinión, hace referencia a que existe algo por fuera del sujeto (“enfermedad” como suele llamarse) que lo invade al mejor estilo virus médico y lo deja sin posibilidad de reacción frente al mismo, es decir, creo que es una manera de eludir la responsabilidad o rectificación subjetiva que dicho sujeto debe asumir (un deber que no es el deber kantiano sino un deber que hace a su propia ética del goce).
Por ende, me parece que es preferible hablar de Lo adictivo haciendo referencia a todo elemento significante que venga a ocupar ese lugar para “taponar” esa falta de objeto primitiva.
Para continuar con éste comentario voy a hacer una referencia a la palabra “adicción” que, muchas veces, es definida como a-dicción, es decir, que con el prefijo “a” denuncio el “sin” o sea la adicción entendida como falta de palabra.
Otra definición de la palabra nos implica al latín que la enuncia como “adictus”, y se menciona que en la antigüedad el adictus era el esclavo; cuando un sujeto no tenía cómo saldar su deuda monetaria con un acreedor, éste se ofrecía como su esclavo para saldar esa deuda.
Todo ésta pequeña introducción me sirve para abordar el texto freudiano que elegí sobre el tema. Es, quizás, difícil encarar la cuestión desde un solo trabajo de Freud ya que no existe uno solo como tal, sino que a lo largo de la obra de Freud, éste va haciendo comentarios y conexiones entre sus elementos teóricos y la cuestión adictiva.
Sin embargo, y para comenzar, voy a remitirme a la carta 79 que Freud le envía a Fliess, fechada en 1897 donde dice lo siguiente: “Se me ha ocurrido que la masturbación es el primero y único de los grandes hábitos, la “protomanía”, y que todas las demás adicciones, como la del alcohol, la morfina y el tabaco solo aparecen en la vida como sustitutos y reemplazantes de aquélla”.
Podemos entonces hacer una referencia a que existe un primer acto masturbatorio que es mítico, y que en el momento en el cuál se pierde comienzan a aparecer objetos que cumplen una función sustitutiva de aquél y único acto de la existencia.
En éste punto hay que hacer una aclaración; o más bien una diferenciación entre lo que se entiende por onanismo y por masturbación. El acto onanista implica una ausencia de representación; es decir nos habla de una pura y simple descarga por inercia.
En cambio, la masturbación aparecería como en un segundo momento subjetivo en el cual hay un engarce con un significante que lo represente. Dicho engarce, siempre va a estar fallido por lo cual los objetos pasan a ser metonímicos y se desplazan intentado satisfacer algo que está faltando ahí.
Hay que aclarar, en éste punto, y al mejor estilo freudiano que existen puntos de fijación dentro de los cuales la pulsión genera cierto recorrido que se diferencia con todos los recorridos de cada sujeto adicto (aunque sea a la misma sustancia) y es ahí donde aparecen cada uno de los significantes a los cuales dicho sujeto se aliena y “consume”, es decir el sujeto es consumido y obnubilado por ese objeto.
Voy a tomar ahora un interesante texto de Héctor López llamado “las adicciones, sus fundamentos clínicos”, donde dicho autor nos arroja cierta luz sobre lo que venimos hablando.
El autor en cuestión dice: “No es la adicción a las drogas la que produce, ante su falta, la abstinencia, sino que es la abstinencia como falta estructural del objeto, la que produce necesariamente un objeto adictivo como suplemento. Hasta el amor obsesivo fue comparado por Freud a una intoxicación duradera”.
Hablamos, entonces, de ciertos amores locos y de cierta embriaguez que se el sujeto siente en el cuerpo y que no puede entender el por qué. Hablamos de una falta inaugural que deja tras de sí un vacío, un espacio que no puede ser llenado, un lugar que podemos definir de agujero por donde pasan todas esas cuestiones que hacen de una cosa, un ser-hablante.
Sin embargo, en éste punto se nos presenta un problema debido a que según ésta línea de pensamiento todos los sujetos por ser sujetos serían adictos; y escuchamos que si bien un sujeto puede tomar una copa de vino no necesariamente debe dejarse tomar él mismo por ésta copa de vino.
En un texto de Freud, muy interesante, acerca de la elección de las neurosis, éste nos habla de que existen por ejemplo factores que al sujeto lo predisponen hacia un cierto recorrido y puntos de fijación que lo condicionan para su vida futura.
Por otra parte, en “duelo y melancolía”, dice que cuando la falta de objeto se torna insoportable, deben intervenir otros mecanismos de defensa entre los cuales menciona la intervención de los tóxicos a la manera de una solución paliativa y temporal para el dolor.
Creo, para ir finalizando mi comentario, haber hecho un cierto planteamiento de cuestiones que me interesan por el simple hecho de dejarlas planteadas.
Remontarnos al origen del origen es imposible, por lo cual hay ciertos puntos que no creo accesibles simplemente porque se encuentran en falta. Es un saber que no está ahí; por ende más que revelar conclusiones u otorgar respuestas, me interesa que nos hagamos preguntas; preguntas que sirvan solo como preguntas para poner en cuestión el tema adictivo.
Lo dionisíaco de cada sujeto no puede existir sin lo apolíneo; es decir que nunca tendríamos noticia de La cosa si no fuese por la ley, por aquello que ordena, aquello que canaliza la pulsión hacia un determinado lugar y de cada goce en particular; y que dicho sujeto pueda decir algo al respecto corriéndose (aun que sea un poco) de ese lugar de esclavitud.

Matias Spera

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