Hablar de adicciones es
siempre hablar de una cuestión bastante controversial, debido a que es un tema
que hoy en día está siendo abordado desde diferentes perspectivas tanto
teóricas como práctica. Sin embargo, me remito a estas breves líneas para
realizar un comentario sobre mi perspectiva psicoanalítica sobre dicho tema.
En primer lugar, pienso
que es incorrecto hablar de adicciones ya que dicha palabra, en mi opinión,
hace referencia a que existe algo por fuera del sujeto (“enfermedad” como suele
llamarse) que lo invade al mejor estilo virus médico y lo deja sin posibilidad
de reacción frente al mismo, es decir, creo que es una manera de eludir la
responsabilidad o rectificación subjetiva que dicho sujeto debe asumir (un deber
que no es el deber kantiano sino un deber que hace a su propia ética del goce).
Por ende, me parece que
es preferible hablar de Lo adictivo haciendo referencia a todo elemento
significante que venga a ocupar ese lugar para “taponar” esa falta de objeto
primitiva.
Para continuar con éste
comentario voy a hacer una referencia a la palabra “adicción” que, muchas
veces, es definida como a-dicción, es decir, que con el prefijo “a” denuncio el
“sin” o sea la adicción entendida como falta de palabra.
Otra definición de la
palabra nos implica al latín que la enuncia como “adictus”, y se menciona que
en la antigüedad el adictus era el esclavo; cuando un sujeto no tenía cómo
saldar su deuda monetaria con un acreedor, éste se ofrecía como su esclavo para
saldar esa deuda.
Todo ésta pequeña
introducción me sirve para abordar el texto freudiano que elegí sobre el tema.
Es, quizás, difícil encarar la cuestión desde un solo trabajo de Freud ya que
no existe uno solo como tal, sino que a lo largo de la obra de Freud, éste va
haciendo comentarios y conexiones entre sus elementos teóricos y la cuestión
adictiva.
Sin embargo, y para
comenzar, voy a remitirme a la carta 79 que Freud le envía a Fliess, fechada en
1897 donde dice lo siguiente: “Se me ha ocurrido que la masturbación es el
primero y único de los grandes hábitos, la “protomanía”, y que todas las demás
adicciones, como la del alcohol, la morfina y el tabaco solo aparecen en la
vida como sustitutos y reemplazantes de aquélla”.
Podemos entonces hacer
una referencia a que existe un primer acto masturbatorio que es mítico, y que
en el momento en el cuál se pierde comienzan a aparecer objetos que cumplen una
función sustitutiva de aquél y único acto de la existencia.
En éste punto hay que
hacer una aclaración; o más bien una diferenciación entre lo que se entiende
por onanismo y por masturbación. El acto onanista implica una ausencia de
representación; es decir nos habla de una pura y simple descarga por inercia.
En cambio, la
masturbación aparecería como en un segundo momento subjetivo en el cual hay un
engarce con un significante que lo represente. Dicho engarce, siempre va a
estar fallido por lo cual los objetos pasan a ser metonímicos y se desplazan
intentado satisfacer algo que está faltando ahí.
Hay que aclarar, en
éste punto, y al mejor estilo freudiano que existen puntos de fijación dentro
de los cuales la pulsión genera cierto recorrido que se diferencia con todos
los recorridos de cada sujeto adicto (aunque sea a la misma sustancia) y es ahí
donde aparecen cada uno de los significantes a los cuales dicho sujeto se
aliena y “consume”, es decir el sujeto es consumido y obnubilado por ese
objeto.
Voy a tomar ahora un
interesante texto de Héctor López llamado “las adicciones, sus fundamentos
clínicos”, donde dicho autor nos arroja cierta luz sobre lo que venimos
hablando.
El autor en cuestión
dice: “No es la adicción a las drogas la que produce, ante su falta, la
abstinencia, sino que es la abstinencia como falta estructural del objeto, la
que produce necesariamente un objeto adictivo como suplemento. Hasta el amor
obsesivo fue comparado por Freud a una intoxicación duradera”.
Hablamos, entonces, de
ciertos amores locos y de cierta embriaguez que se el sujeto siente en el
cuerpo y que no puede entender el por qué. Hablamos de una falta inaugural que
deja tras de sí un vacío, un espacio que no puede ser llenado, un lugar que
podemos definir de agujero por donde pasan todas esas cuestiones que hacen de
una cosa, un ser-hablante.
Sin embargo, en éste
punto se nos presenta un problema debido a que según ésta línea de pensamiento
todos los sujetos por ser sujetos serían adictos; y escuchamos que si bien un
sujeto puede tomar una copa de vino no necesariamente debe dejarse tomar él
mismo por ésta copa de vino.
En un texto de Freud,
muy interesante, acerca de la elección de las neurosis, éste nos habla de que
existen por ejemplo factores que al sujeto lo predisponen hacia un cierto
recorrido y puntos de fijación que lo condicionan para su vida futura.
Por otra parte, en
“duelo y melancolía”, dice que cuando la falta de objeto se torna insoportable,
deben intervenir otros mecanismos de defensa entre los cuales menciona la
intervención de los tóxicos a la manera de una solución paliativa y temporal
para el dolor.
Creo, para ir
finalizando mi comentario, haber hecho un cierto planteamiento de cuestiones
que me interesan por el simple hecho de dejarlas planteadas.
Remontarnos al origen
del origen es imposible, por lo cual hay ciertos puntos que no creo accesibles
simplemente porque se encuentran en falta. Es un saber que no está ahí; por
ende más que revelar conclusiones u otorgar respuestas, me interesa que nos
hagamos preguntas; preguntas que sirvan solo como preguntas para poner en
cuestión el tema adictivo.
Lo dionisíaco de cada
sujeto no puede existir sin lo apolíneo; es decir que nunca tendríamos noticia
de La cosa si no fuese por la ley, por aquello que ordena, aquello que canaliza
la pulsión hacia un determinado lugar y de cada goce en particular; y que dicho
sujeto pueda decir algo al respecto corriéndose (aun que sea un poco) de ese
lugar de esclavitud.Matias Spera
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