Hace algún tiempo, me llegó la propuesta de realizar una intervención
acerca de una problemática que se viene suscitando en este grupo de personas
que me han consultado.
Es una problemática que tiene que ver con el tema de la comunicación;
y se plantea de esta manera porque el concepto de “comunicación” encierra un
problema complejo de sortear.
Los que me propusieron hablar sobre dicho tema, se preguntaban cómo
hacer para que las fallas o malos-entendidos entre los que se intentan
comunicar puedan reducirse a un nivel casi nulo.
Se presentaron protocolos, manuales, reuniones, actividades y hasta
puestas en escenas. Sin embargo, nada de ello funcionó de la manera en que se
pretendía.
La primera pregunta que me surgió ante dicha propuesta es si la
comunicación realmente existe; es decir, si somos capaces de comunicarnos con
el otro ser-hablante.
Si se piensa desde lo que denominan “teoría de la comunicación”,
diversos autores sostiene de que existe una axiomática desde la cual el sujeto
comunicante se puede posicionar. Una axiomática implica que hay postulados que
no hacen falta ser demostrados ya que se los considera como verdaderos.
Si nos acercamos a los axiomas de la matemática o la lógica podemos
pensar que estos axiomas se pueden poner entre paréntesis ya que hay postulados
que son inconsistentes y verdaderos al mismo tiempo.
Si llevamos esto al terreno de la comunicación vamos a decir que las
fallas, es decir, ese ruido que se genera entre lo que se dice y lo que se
escucha es algo inevitable, y que el mal-entendido es universal. No podemos
escapar a las fallas del lenguaje porque la estructura lenguajera ya de por sí
está en falta, está fallida.
Decir eso genera un grave inconveniente ya que postular al lenguaje
como una herramienta de la cual un sujeto se sirve y utiliza cuando quiere
expresar algo le genera una imposibilidad. La analogía con un sistema computado
(como se intentó en el pasado) cae por tierra ya que dicha imperfección es
justamente lo que define la condición del sujeto.
Creo que la mejor forma de aproximarse a dicho tema se puede hacer
desde la perspectiva freudo/lacaniana, que se sirve a su vez de toda la teoría
que viene legada de los lingüistas y de la semiología.
Desde la antigua Grecia que se vienen realizando preguntas y debates
acerca del lenguaje, cuáles son sus características y las teorías que
intentaban explicar por qué las cosas de la realidad tienen los nombres que
tienen.
Se ha hecho la introducción del concepto de significante; desde los
estoicos, pasando por los lingüistas y llegando a los postulados lacanianos que
lo invierten. Ya que sabemos que no existe una relación de arbitrariedad entre
el significante (la palabra) y su significado (el concepto).
El significante tiene la característica de siempre remitir a otra
cosa, es decir a otro significante; y el sentido que se desprende de dicha
cadena va significando todo lo dicho anteriormente. Podemos pensar un ejemplo
de ello:
Un hombre…
Un hombre bien…
Un hombre bien parecido…
Un hombre bien parecido a un
mono.
A medida que se va leyendo cada una de las oraciones, cambia el
sentido de lo que se dice de forma retroactiva; es decir, yo agrego palabras y
lo anterior cambia completamente.
Entonces, hay que pensar que el lenguaje es una estructura desde donde
el sujeto nace y es tomado por los significantes que le vienen del Otro, ese
lugar que significa al sujeto. Sucede que dicho lugar (que puede ser ocupado
imaginariamente por un significante: madre, padre, profesor, institución) se
encuentra fallido desde el vamos.
Esto es fundamental ya que es lo que funda la estructura clínica tal
como la conocemos: Neurosis, Psicosis y Perversión; y da la posibilidad de
responder ante la demanda de ese Otro. Siempre se responde desde lo que
llamamos “El fantasma”, que sería la única realidad para nosotros, la realidad
que nos proporciona el lenguaje.
Lacan decía que él siempre decía la verdad, ya que al no poder decirlo
Todo (por dicha falla), el mensaje siempre llega fraccionado y depende de lo
que el otro escuche desde su fantasma.
Si nos preguntamos si la comunicación existe, yo creo que no; que no
podemos comunicarnos. Eso sería poder transmitir un mensaje a otro y que llegue
con un sentido perfecto de lo que intento decir. Pienso que dicho movimiento
existe por ejemplo en los animales, donde una abeja le dice a la otra donde se
encuentra el alimento; eso es el instinto. Lo que la abeja no puede hacer es
decírselo en chiste.
Creo que no podemos comunicarnos por haber accedido al habla, y
acceder a ello es haber resignado algo, haber perdido primordialmente el
instinto para dar paso a la cultura.
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